“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.
Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.
Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”. (Deuteronomio 6:4-9 RV60).
Terminamos con los 31 días de oración por tus hijos, y es mi oración que a través de este viaje de un mes, el Señor haya hablado a tu corazón y haya puesto en él la necesidad de orar cada día, de cada mes, de cada año por tus pequeños. Y no solamente por tus pequeños, también por tus hijos adolescentes, jóvenes y aún por tus hijos adultos, casados o solteros; siempre necesitarán de la sabiduría que solamente Dios les puede dar.
Pero debo hacerte una advertencia en el amor de nuestro Dios. Orar está bien, de hecho, tenemos el mandato de hacerlo sin cesar (1 Tes. 5:17), pero no es todo lo que debes hacer por tus hijos. La jornada es grande, ardua y extensa, pero es muy gratificante si la recorremos en obediencia a Dios, porque entonces podremso hayar gozo en ella. Y es que la “jornada” no es soportar o tolerar, ¡vaya! sobrevivir, lo que sucede durante los años en que nuestros hijos viven con nosotros. No, no, no. Se trata de intencionalmente y en obediencia, entrenarlos, instruirlos, prepararlos y capacitarlos para la vida: la vida que Dios quiere que vivan. Se trata de vivir en el Diseño de Dios, primero nosotros como padres y después, como familia, con nuestros hijos. Se trata de enseñarles cuál es el Diseño de Dios para ellos, como hijos, como varones y mujeres, como futuros esposos y esposas, como futuros padres y madres o como futuros solteros en Cristo. La única forma de conocer y entender este Diseño, es a través de las Escrituras, allí es en donde comienza todo y donde todo concluye porque, la Palabra de Dios es suficiente para la vida (2 Tim. 3:16-17).
No somos llamados a orar y descansar mi hermano y hermana. Somos llamados a orar sin cesar y a ser discipuladores vivenciales permanentes. Y esa tarea inicia en tu Jerusalén, tu hogar, y despúes, más allá de sus fronteras (Hechos 1:8).
Déjame concluir con un pensamiento respecto de la herencia que son nuestros hijos y con dos preguntas:
«El préstamo más alto, con la retribución más elevada, son lo hijos: los recibimos de Dios y a Él se los regresamos y nada se compara con lo que vivimos los padres entre la recepción de ellos y su entrega. “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre” (Salmos 127:3)» [“El Préstamo Más Alto“, Fraseología Indicativa].
¿Qué estás haciendo con tus hijos mientras están contigo? ¿Qué le entregarás a Su Dueño cuando venga a pedirte cuentas de ellos?
Te invito a que escuches este mensaje de Héctor Urzúa, “Enseñando la Verdad a Nuestros Hijos”, con el que estamos cerrando esta serie de “31 Días de Oración por tus Hijos”. Estoy convencido de que este mensaje es de suma importancia porque habla precisamente de la tarea, más allá de la oración, que nos ha sido encomendada a los padres. Se que será de gran bendición para tu vida, tu familia y tu iglesia.