Actualmente los medios de comunicación, Internet incluido, estan jugando un papel preponderante en la formación (¿o debería decir “deformación”?) de los conceptos y valores de niños, adolescentes, jóvenes y adultos. No es de extrañarse que hoy los más jóvenes se encuentren inmersos en un mundo virtual en donde dejan de ser los “humanos reales” para convertirse en los “avatares virtuales” libres de toda inhibición y limitación.
Hoy pueden navegar por la supercarretera de la información para leer y ver información e imágenes de cualquier tipo, desde juegos inocentes hasta los más horrendos videos que muestran violencia y sexo al por mayor. Pero los adultos no cantamos tan mal las rancheras. Tenemos la misma “libertad” de navegación y probabilidades más altas de encontrarnos con ese tipo de información.
Si a todo esto agregamos los mensajes que nos llegan y que retransmitimos a través del correo electrónico, entonces estamos hablando de una cantidad impresionante y estratosférica de invitaciones – porque eso es lo que son los dichosos correos spam y cadenas – para conocer, leer, ver, aprender, curiosear y absorver información que, en la mayoría de los casos, es información inservible (al menos para los propósitos divinos) y que normalmente nos conduce a pensar en cosas y situaciones desagradables.
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De esta situación, nace la preocupación de utilizar tan eficiente y poderoso medio de comunicación para llevar el evangelio a otros. Estamos conscientes de que no es ni el primero ni el último esfuerzo que se realiza en este contexto, pero estamos seguros de que Dios nos ha llamado a colaborar con Él a través de este medio.
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