“Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió” (Marcos 9:36-37 RV60).
Hay algunas imágenes muy bellas en la Biblia. Profundos momentos quedaron grabados en mi mente cuando Jesús habló de un amor tangible. Aunque Él podría simplemente haber declarado su sabiduría y amor, a menudo elegía revelarlo a través de sus acciones. Jesús no solo tocaba para sanar, tocaba también por simple amor.
Marcos 9:36 y 37 comparte la escena más dulce cuando Jesús toma a un niño en su regazo mientras contesta a la discusión de los discípulos acerca de quién era el mayor. Su desacuerdo pudo haberle provocado enojo o frustración a cualquiera, pero en vez de eso Jesús puso en medio a un niño amorosamente para recordarles que Él deseaba que se acercaran a Él como niños y sirvieran hasta al mas pequeño. Jesús trató con sus discípulos y el niño cariñosamente.
Él nos ama a todos, seamos grandes o pequeños. Cuando reconocemos el gran amor de Dios para con nosotros estamos mejor equipados para mostrarle cariño a nuestros hijos. Cuando confiamos en dicho amor podemos ofrecer cariño independientemente de si es merecido o no.
Señor, por favor utilízanos para amar a nuestros hijos y para mostrar tu amor y tu cariño no solo a través de nuestras palabras sino también de nuestras acciones. Padre, gracias porque nos amas tan profundamente y con un propósito así como amas a nuestros hijos.
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Traducción: Ana Lucía Franco León, Ministerios Jesús 24×7