«Los tiempos han cambiado. La familia no ha quedado inmune; junto con otros valores axiomáticos, el suyo ha sido puesto en duda. En realidad, la familia está sometida a serios asaltos; ¡no es de extrañar que haya tantos divorcios!
»Los matrimonios de tipo abierto y otra docena de variedades son defendidos en las escuelas; los programas de TV han popularizado el divorcio y el nuevo casamiento, lo han hecho aceptable y aún lo glorifican; y a los jóvenes se les dice que el matrimonio es una invención humana y que ahora ya no es necesario cuando hemos llegado a la “mayoría de edad”. Se nos dice que ha dejado de ser útil y que en el mejor de los casos es inofensivo, si bien innecesario; un vestigio o reliquia del pasado. Estamos ya más allá de la necesidad de un matrimonio para que controle la vida humana. Si hoy es más conveniente no casarse, cuando ya no somos tan cándidos sobre los métodos anticonceptivos, pues uno deja de casarse. Después de todo, el matrimonio tiene sus inconvenientes, ¿no? Y si el hombre lo inventó como una conveniencia, ahora que están a disposición la píldora y los abortos legales a solicitud, el hombre puede prescindir del matrimonio, pues ya no es necesario.
»Bajo esta clase de ataque por parte de teólogos modernistas, los políticos, maestros, médicos y otros, la juventud cristiana está confusa. Han crecido sin una instrucción bíblica sólida, positiva, sobre el matrimonio, tanto de sus padres como de la Iglesia, y ahora sucumben al bombardeo de estas ideas negativas sobre el matrimonio y la familia.
»Esta nueva situación exige una nueva respuesta de la Iglesia y del hogar cristiano. Hemos de aprender a discutir los elementos básicos del matrimonio y del divorcio. Ya no podemos seguir dependiendo de instituciones sociales para que lo hagan por nosotros. (En realidad nunca han podido. Siempre han apoyado el matrimonio por razones no bíblicas y, por tanto, han sembrado la semilla de su destrucción.) Si no lo hacemos nosotros, podemos estar seguros de que el mundo les va a inculcar sus ideologías. Y ahora que el mundo ha salido de su escondrijo, abiertamente expresa las ideas de la “nueva normalidad” que ya estaban presentes antes, pero debajo de la mesa. Es imposible, pues, que los cristianos se queden mano sobre mano en tanto que nuestra juventud va siendo corrompida.
»En épocas anteriores, cuando teníamos entablada la batalla con el modernismo, cuando los recursos eran tan limitados y cuando la sociedad abiertamente apoyaba algo similar a los ideales cristianos del matrimonio y el divorcio, podía ser fácil dejar dormir toda la cuestión. Además, como había tan poco divorcio en general (y especialmente en la Iglesia), el divorcio representaba una tentación en la cual la Iglesia no se creía que iba a tropezar. El creyente cansado de luchar podía fácilmente razonar (con alguna justificación): “¿Por qué defenderse contra el perro si está durmiendo? ¿Quién lucha contra la familia, después de todo? ¿Por qué preocuparse de este tema?”. Pero, aunque entonces no era del todo erróneo hablar de esta forma, ¿quién puede dejar de ver que hoy es falso? La guerra que luchamos hoy es en un frente distinto: el frente pasa por el hogar.
»En cierta forma, pues, estamos en mejores condiciones que nunca antes. Este ataque más abierto, menos sutil, sobre la familia, ha forzado a la Iglesia a volver a la Biblia y renovar el estudio del matrimonio y el divorcio, que había sido descuidado durante tanto tiempo. Esto, desde el punto de vista de su responsabilidad, es algo bueno (aunque las razones de la presión que se le hace son muy tristes).
»A menos que nos lancemos ahora a mostrar lo que tenemos —ya no podemos esperar más—, todos los valores cristianos quedarán arrasados. Y la próxima generación de cristianos va a crecer como los infieles, siguiendo sus sentimientos sobre estas materias, en vez de seguir sus responsabilidades bíblicas».
Parece que fue escrito ayer, ¿cierto? Falso, J. E. Adams lo escribió en la introducción de uno de sus libros1, ¡hace veintisiete años! Y lo que yo no puedo explicarme es por qué estamos, a estas alturas, sin darnos cuenta en muchas iglesias y hogares cristianos y por qué, en el mejor de los casos, estamos recién empezando nuestro regreso ad radicem, a la raíz del conocimiento de las verdades respecto de estos temas, a la Palabra de Jehová Dios.
¿Te das cuenta del peligro actual? ¿Entiendes el riesgo que implica no regresar a la Palabra? ¿Te preocupan las nuevas generaciones de tu familia, de tu iglesia?
Por eso es tan importante que regresemos a buscar, en la Biblia, los fundamentos, el diseño de Dios para esta institución que fue establecida por Él, desde Su propio corazón. Es nuestra oración que cada iglesia y cada hogar cristiano, se proponga Vivir en el Diseño de Dios.
Hablemos pues, de la familia bíblica. Oremos entonces por sabiduría y fortaleza. Dirijamos nuestros deseos y voluntad en una misma dirección: el conocer y obedecer a nuestro Dios.
1 Matrimonio, Divorcio y Nuevo Matrimonio, Introducción, Mayo 1986.