La doctrina de la preservación respecto a la Escritura, significa que el Señor ha conservado Su Palabra intacta, con su significado original. La preservación significa simplemente que podemos confiar en las Escrituras, porque Dios soberanamente ha vigilado la fidelidad del proceso de transmisión a través de los siglos.
También debemos estar conscientes de que no contamos con los escritos o documentos originales. Lo que sí tenemos son miles de manuscritos copiados. Estos manuscritos presentan diferencias, pero son extremadamente pequeñas e insignificantes, y no afectan en lo absoluto las enseñanzas básicas y el significado de la Palabra de Dios. Estas diferencias se reducen principalmente a variaciones ortográficas. Desde luego, una variante ortográfica no afecta la exactitud de la Escritura, ni tampoco significa que Dios no ha preservado Su Palabra. En aquellos casos en los que un manuscrito difiere mas sustancialmente de otro, podemos, mediante un cuidadoso examen y comparación de todos los manuscritos, determinar la redacción original del texto.
Los antiguos escribas, cuyo trabajo consistía en hacer copias exactas de la Escritura, eran muy meticulosos. Un ejemplo de su escrupulosa precisión, es la práctica de contar todas las letras en determinado libro, y anotar la letra central del libro. Entonces contaban todas las letras en la copia que habían hecho, hasta encontrar esta letra para asegurarse que concordaba exactamente con el original. Empleaban métodos extremadamente detallados que tomaban muchas horas de intenso trabajo para asegurar su exactitud.
Más aún, la Escritura testifica del plan de Dios para preservar Su Palabra. En Mateo 5:18, Jesús dijo: “porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido.” Jesús no podría haber hecho esta promesa a menos que estuviera seguro de que Dios preservaría Su Palabra. Jesús también dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35, Marcos 13:31, Lucas 21:33) La Palabra de Dios permanecerá para siempre y cumplirá todo aquello que Dios se ha propuesto.
El profeta Isaías, a través del Espíritu Santo, declaró que la Palabra de Dios permanecería para siempre. “La hierba se seca y se marchita la flor, mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”. (Isaías 40:8). Esto se reafirma en el Nuevo Testamento cuando Pedro cita a Isaías refiriéndose a la Escritura como “la Palabra que les fue anunciada” (1 Pedro 1:24-25). Ni Isaías ni Pedro pudieron hacer tales declaraciones sin comprender la preservación divina de la Escritura.
Cuando la Biblia dice que la Palabra de Dios permanece para siempre, no puede significar que está escondida en algún lugar secreto del cielo. La Palabra de Dios fue dada específicamente a la humanidad, y no cumpliría su propósito si no estuviera disponible para todos nosotros. “Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.” (Romanos 15:4) Además, nadie podría ser salvo, sino a través del mensaje del Evangelio, el cual está contenido en la Palabra de Dios (1 Corintios 15:3-4). Por lo tanto, a fin de que el Evangelio sea proclamado “hasta lo último de la tierra” (Hechos 13:47), la Palabra debe ser protegida. Si la Escritura no fuera preservada en forma sobrenatural, no habría manera de asegurarse de la consistencia de su mensaje.
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